[Columna] La integración de Nuestra América es una condición para defender los intereses de Chile

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[Columna] La integración de Nuestra América es una condición para defender los intereses de Chile

Por Víctor Osorio
Director Ejecutivo de la Fundación Progresa

Jorge Prat Echaurren fue una de las figuras más destacadas del pensamiento conservador chileno en el Siglo XX. Su huella estuvo presente en la formación del Partido Nacional y en la emergencia del gremialismo. El “nacionalismo” era el rasgo más distintivo de su identidad política e ideológica. Pero, al mismo tiempo, fue un perseverante impulsor de la integración regional y la unidad latinoamericana.

Un trabajo de José Díaz Nieva y Mario Valdés Urrutia, en una publicación del Departamento de Ciencias Históricas de la Universidad de Chile en 2015, consigna que en 1954 asistió, en representación de Chile, a la X Conferencia Interamericana celebrada en Caracas, donde propuso formar una institución financiera para el “autofinanciamiento de las economías americanas y su desligamiento del tutelaje económico de los Estados Unidos”. Más tarde, lideró la formación de Acción Nacional, grupo político que, con liberales y conservadores, formó el Partido Nacional en 1966. Uno de los principios que, afirmaba, debía incorporar la nueva colectividad era “la unidad latinoamericana para la defensa de las materias primas”, la “complementación económica” y el “perfeccionamiento de los organismos regionales”.

En coherencia con esa concepción, el abogado Francisco Orrego Vicuña en 1966 en su libro “La integración política: su realidad, su necesidad” retomaba la idea de Joaquín Edwards Bello de un “nacionalismo continental”. Señalaba: “Los nuevos proyectos de integración política están directamente orientados a la formación de un nacionalismo continental que haga nacer en lo ideológico un pensamiento y un criterio continental y en lo práctico una unidad económica, política, social y cultural que determine la expansión y la fuerza de todos los medios y potencialidades que los países latinoamericanos encierran”.

Es impresionante el grado en que la derecha chilena, infectada por el virus neoliberal, ha desertado de sus antiguos convencimientos en materia de integración regional. 

Hemos conocido una columna de opinión en el diario electrónico “El Libero” de Francisco Orrego Bauzá, ex Subsecretario de Vivienda del primer Gobierno de Sebastián Piñera y ex presidente del directorio de Televisión Nacional. En ella fustiga con virulencia las opiniones del ex Canciller de Argentina, Jorge Taiana, en una de las Escuelas que el Progresismo ha desarrollado con la coordinación de Marco Enríquez–Ominami. El ahora Senador señaló que Chile y Argentina deberían trabajar juntos la defensa de los intereses antárticos frente al reclamo del Reino Unido. Orrego prefiere el lenguaje de la hostilidad y la sospecha.

La derecha política y económica sostiene un enfoque restringido de la soberanía nacional. La circunscribe a la defensa militar de las fronteras territoriales, soslayando que la soberanía tiene dimensiones sociales, económicas, políticas y culturales. Ello explica su inconsistencia al levantar periódicamente un discurso chovinista, mientras acogen con entusiasmo acrítico la penetración del capital transnacional en áreas estratégicas de la economía nacional, que comenzaron a ser privatizadas durante su dictadura, como paso previo a su enajenación a compañías extranjeras.

Esa concepción restringida de la soberanía les impide constatar que frente a la distribución desigual del poder en la globalización y al impacto negativo en las economías locales de las pugnas entre los centros hegemónicos mundiales, la defensa de los intereses nacionales pasa por la unidad latinoamericana y por la integración regional. Parafraseando a otro argentino, Martín Fierro, cuando los hermanos se pelean, se los comen los de afuera.

No asumir ese camino es realmente ingenuo, o quizás es la expresión tácita de una voluntad de subordinación a una globalización inequitativa y desigual.

Por ello, la idea de la integración regional ha sido y debe ser una política permanente y de Estado, que asume la integración como desafío constante y condición para el desarrollo, desde un enfoque de convergencia en la diversidad, que privilegia coincidencias y promueve la articulación de consensos en todas las materias donde haya complementariedad. Ello implica también asumir la resolución de las controversias por el camino del diálogo y de las armas de la diplomacia de los Estados y de los pueblos.

A la derecha política y económica le cuesta aprehender la idea de una política exterior y de integración regional como una política de Estado. Se aproximan a la materia con anteojeras ideológicas. Ello explica que, coexistiendo con los ya referidos discursos chovinistas, en los tiempos de la tiranía no tuvieron problema alguno en establecer una integración en materia de inteligencia y seguridad con la dictadura de Argentina, en la llamada Operación Cóndor, cuya implementación en los 70 efectivamente llegó a amenazar la integridad territorial de Chile.

Un ejemplo reciente fue el caso de la Unasur, una de las más importantes articulaciones de integración regional de la época contemporánea, que fue desarmada por el acuerdo de las derechas latinoamericanas, en particular por el consenso de Sebastián Piñera y Mauricio Macri, cuyos gobiernos –por lo demás– tuvieron siempre una intensa y estrecha relación. De estos acuerdos nació el Foro para el Progreso de América del Sur (Prosur), que nació con agenda ideológica y cuyo ocaso llegó muy pronto a merced de la derrota de la derecha en Argentina y del fin del efímero sueño de Piñera de transformarse en líder internacional, a consecuencia de la irrupción de la protesta de la ciudadanía.

Chile y Argentina comparten la tercera frontera más larga de todo el mundo. Somos vecinos principales, llamados al entendimiento. Nuestros pueblos lo han hecho a través de toda la historia. Por cierto, desde los tiempos de la Independencia con la unidad de propósito y de acción de José de San Martín, Bernardo O’Higgins y Manuel Rodríguez. La comunidad de chilenos residentes en Argentina es la mayor del mundo y la colonia argentina en Chile es la más numerosa de emigrantes argentinos en América Latina. El intercambio comercial a gran escala entre ambos países ha sido una constante histórica, que se ha profundizado en el curso de los últimos 20 años.

La expansión de la integración bilateral conduciría, sin duda, al crecimiento del bienestar de ambos pueblos.

La Escuela de Formación Progresista que hemos desarrollado en tiempos de pandemia en las plataformas virtuales ha contemplado la participación de más de 60 exponentes de Chile y el exterior, con una amplia diversidad de enfoques y opiniones. A todas y todos los hemos escuchado con respeto. En este contexto, el ex canciller argentino y ahora senador Jorge Taiana expuso su opinión sobre temas incuestionablemente relevantes para ambos países. Nosotros asumimos que era valioso conocer sus puntos de vista.

Las y los progresistas amamos a Chile y a su gente. Por esa misma razón nos sentimos parte de Nuestra América y luchamos por su integración.  

Fuente: Fortín Mapocho